Episodio II. Eva apetece


Aquí Eva.
Sigo en el Génesis, pero debido al hecho que anteriormente les conté, ya no vacacionando.
Me quedó en el tintero uno de los castigos que determinó mi Señor: “ Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará”. ¡Carajo que me castigó lindo!
Aprovecho ahora para charlar con ustedes. Me queda poco tiempo ya que después de haber cumplido con el sencillo papel de hembra paridora (tan sencillo como poblar la tierra para crear mercado) desapareceré del mapa (con el perdón de la Biblia)
Una sola mina para generar la humanidad; entenderán por qué (por la cuestión de la misma sangre) el mundo se plagará de ineptos mentales.
Apetencia, apetencia. Sí, querido Adán. Me estoy cagando de hambre.
—Querido, tengo apetito.
—Quedáte tranquila, mi amor. Vamos a la cama que te lo saco.
—No, de comida te estoy hablando. Los nenes necesitan leche. La ropa de Abel está un poco raída, el techo necesitaría unos arreglos...
— ¡Ah! ¿querés comer? Entonces, callada a la catrera, que el que tiene apetito soy yo.
—Adán, yo con una manzanita me arreglo; pero los chicos...
—No te quedó claro, dulce. Vos y los chicos tienen apetito pero ¡Yo, domino por mandato!
Creo que fueron estas necesidades las que originaron innumerables malos entendidos.
— Adán, ¿no lo ves raro a Caín?, yo diría que un poco violento.
— Cómo se nota que no tenés que ganarte el pan, te sobra el tiempo para pensar idioteces.
— Me habla mi intuición de madre. ¿No nos convendría consultar con el Señor?
— Las consultas cuestan y el que suda para pagarlas soy yo. Son fantasías tuyas. Andá a cocinar que el chico está perfecto.
Ustedes ya saben, al momento de leer esto, cómo se sucedieron los hechos. Un normal bárbaro me resultó Caín. Pero bueno, no se iba a andar perdiendo tiempo en las insignificancias que me pasaban por la cabeza (o el corazón.)
Todo se limita a dominar a través del sudor que trae el pan. Porque con total naturalidad se entiende que las mujeres cocinan, planchan, educan, sanan, y etcéteras sin que una sola gota de este poderoso fluido emane de ellas (las mujeres también chivamos, pero hasta tenemos la deferencia de utilizar cuanto producto esté a nuestro alcance para no andar intoxicando con nuestros olores las narices de los demás)
Como primer espécimen, podrán corroborar mis fallas de funcionamiento (entiéndase: creer que el sudor es marca registrada del macho)
—¡Eva!
— Sí, querido.
—Abel tiene olorcito; además, acá te dejo mi calzón para que lo laves y dejáte de divagar que la comida se quema.
—Sí, querido.
—¡Eva! Tengo ganas de dominarte.
Yo, que soy tan obediente, cumplo con mis castigos divinos y para saciar mi apetito y el de mis hijos, me abro de piernas.
Ser hembras, queridas, es una cuestión de huevos.


Me había quedado dormida otra vez. Hoy no les estaba leyendo a los chicos, sino reponiendo los botones que arrancaron de sus delantales. Eva ya es mi sueño recurrente.
En realidad, esto del sudor, ha pasado a ser una cuestión cultural. En cuanto desperté, lo primero que hice fue correr a bañarme en lugar de, orgullosa, vanagloriarme de mis hedores.
Soy mujer y, si trabajo, que no se note. Así sea.


2 comentarios:

  xlá juana

23 de julio de 2008, 10:43

maravillante, chula!
especialmente aquello de que "ser hembra es una cuestión de huevos"
un besísimo y continúo
en unos minutos iré de sur a sur!

  Paola Cescon

23 de julio de 2008, 14:32

Queridísima xlá juana!!!
Ya sabés, el sur, con brazos y corazón abiertos, tan abiertos como tu poesía de alma... Nos vemos, vaya alegrón que me voy a dar!!!
Más besísimos