HUMANIDADES


Hace rato que la espío.
No puedo resistirme a la tentación. Habíamos quedado en salir a cenar para festejar nuestro aniversario. Lo charlamos en varias oportunidades pero, a mi pesar, nada de casamiento. Ella se rehúsa argumentando la pérdida de pasión que provoca la convivencia.
Hace rato que la espío.
Acaricio con ansia los anillos que sellarán el comienzo de mi nueva vida. Hoy, definitivamente, voy a lograr convencerla.
Me detuve justo cuando iba a tocar el timbre porque la vi por el ventanal del living que da al jardín.
No puedo evitar observarla cual voyeur. Esa hembra, va a ser “mi mujer”.
Disfruto a escondidas, lo que resulta más sorprendente, de la maravilla que tantas veces atesoré entre mis brazos.
Es un ser de una delicadeza extrema. La blusa que tiene puesta deja asomar sus generosos pechos desnudando esa piel tersa que me embruja. Jamás había conocido a alguien con sabor a jengibre. De un terciopelo casi sublime es todo su cuerpo. De volátiles podría calificar sus gestos, adorablemente suaves. Acordes a la exquisitez de su laya.
Hace rato que la espío.
Está sentada en su sillón favorito, leyendo. Tiene las piernas cruzadas de esa manera tan sensual que le es propia y asoman, prepotentes, sus muslos por el tajo de la pollera. Desde lejos puedo olerla. Adivino su olor. Se estremece ferozmente mi hombría.
Sigue leyendo. Sus delicados dedos, esas uñas carmín que tantas veces sentí clavarse en mi espalda, van pasando las páginas. Apoya el libro sobre su falda y toma la copa que tiene enfrente, bebe. Siento rabiosos celos del líquido que le va penetrando el cuerpo. Los labios se humedecen y ella los recorre con su lengua. Deja la copa.
Ya casi no resisto entrar y abalanzarme con pasión animal sobre mi preciosa mujer.
Mi Afrodita cierra el libro, lo toma con la mano derecha; así, sentada, inclina su torso levemente para ese lado. Y se raja un pedo colosal.
Adivino ahora otro olor. Salgo a la calle iracundo, sintiéndome totalmente engañado y arrojo desde el auto los anillos.
Jamás se me había pasado por la cabeza pensar que las mujeres perfectas, también son humanas.


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