Sin Handicap


"No es es cierto, señor, no lo crea
las mujeres no vuelan...
son todas terrestres, pedestres
y sangrantes...”
Esteban Charpentier



No es verdad, caballero, que no volemos.
Es que vivimos ocultando nuestras alas. Las que hemos tenido cría, sobre todo, en un intento denodado por preservarla.
¡Que vaya si las tengo! Por las noches, al desplegarlas, las acaricio con apasionada dulzura; y mientras mis pichones duermen emprendo vuelos violentamente rasantes.
Muchas veces, la luz del día me sorprende revolcándome entre nubes. Entonces las doblo con una loca prolijidad (— ¡Que el sol no las vea, que no me las robe!—) Y vuelvo a ser terrestre, pedestre, y sangrante. Dentro de mis posibilidades, porque sé, que cierta anomalía a la altura de los omóplatos, me delata.
Es así, como esta mujer celeste, termina saliendo a diario a ejercitar los pies que posa sobre el planeta.
No vale ahondar en ejemplos harto conocidos de realidades terrenas concretas, que el genio de mi terapeuta resume tan “sabiamente” (las realidades concretas, digo) A saber: que estoy viva, y que me voy a morir. El padre, hijos, Espíritu Santo y lo difícil que resulta intentar ser cómo soy, pareciera ser que no lo registró entre su lista de mis concreciones a tratar.
En fin. Habemos ciertas que volamos, es más, veneramos el acto, aún a riesgo de ser carne de honda. Eso sí, protegidas por la oscuridad nocturna para no ser vistas y, por consiguiente, los que nos rodean y aman puedan seguir teniendo una existencia mínimamente normal (— ¡La mamá de Pirulito vuela!—, pobres hijos, si alguien se entera, les cagué la vida)
De paso, le comento que Oliverio Girondo, metió anche en mi ridícula cabeza de enamorada, la idea de que un hombre podía emular el actus.
Por eso ahora, cuando llueve, estoy sola, prendo la chimenea; cuando me entrego a Chopin, Boccelli o Sting y descorcho el mejor vino berreta que el magro bolsillo de esta magra mujer puede amor-tizar, no salgo como usted a buscar. No es mi estilo.
Simplemente los imagino y, yo también, les susurro al oído: — ¿Sos vos el otro que me va a lastimar... sos vos?
A veces, pagamos muy caro, esto de poder volar.

(Hombres necios que acusáis, a la mujer sin razón...)


0 comentarios: