Episodio III. Eva, al fin, acaba.


¡Oh, el mejor atuendo del amor
es una lengua que tranquiliza!

William Shakespeare


La costilla, la manzana, el pecado, lavar, cocinar, educar, psicoanalizar, ¡hubiesen avisado, che!
Dicen que los hombres se casan con la madre. Yo pensé que me habría salvado porque éste, no tiene, pero parece que el Señor no se percató de mandármelo educadito.
— Gorda, ¿me alcanzás una hoja de parra?
— Buscátela, querido.
— Pero no sé adónde están.
— En el mismo lugar en que están desde que fuimos echados del Edén, mi amor.
—¿Y eso en dónde queda?
—Tercer árbol, pasillo izquierdo. Las de tu tamaño son unas que en la etiqueta dice “brotes de hoja”.
Ahí noté que, en lo que va del largo exilio, este hombre no se había dignado a buscar por sí mismo ni un mísero taparrabos. Aunque más no fuera, por vergüenza, como para que yo, al menos, no recordara a diario lo que me había tocado en suerte. No hablo sólo de lo que lleva entre las piernas, ya que sabemos perfectamente, muchachas, que lo que natura non da, se soluciona con lo que Salamanca presta, o sea, ingenio. Pero el tamaño brote de éste pasa también, lo que es peor, por la cabeza (y las manos, y la boca, y...)
Viéndolo irse con el rabito entre las patas, pensé que en un futuro llamarán a algunas como yo machistas, porque dirán nos gusta darle placer al hombre. Lo que no sabrán, porque encima una es delicada y se lo calla, es que viendo un mamotreto en posición horizontal que por lo visto no atisbará a mover ni tan siquiera un pelo para causarle las mismas sensaciones a una, lo mejor será concluir rápido con el trámite ( y si de algo nos dotó el Señor, es de ciertas habilidades que jamás fallan)
Y después nos joden porque nos duele la cabeza. ¡Sí, mi amor!, porque me la rompo de tan sólo pensar como pueden ser tan ignorantes con el mapa femenino. No generalizo, obviamente, pero a mí por desgracia me tocó Adán, tocó es una manera de decir, ojalá tocara y en donde corresponde. El botón femenino en cuestión y, ojo señores que la cuestión no es únicamente tocar el timbre (antes de abrir la puerta, hay que salir a jugar) ha sido descrito en innumerables oportunidades. Yo perdí, porque a mi compañero no le gusta leer. Intenté, llenando de bibliografía explicativa la letrina ( la maña de los hombres de leer en el susodicho viene desde que fuimos creados).
Un día al escuchar unos gritos de esos “¡yeah, yeah!”, que provenían desde nuestro toilette pensé: — Listo el trámite, lo leyó, capto el mensaje, y está disfrutando por adelantado lo que me va a hacer por la noche.
Me acerqué sigilosamente para no cortarle la inspiración:
—¡Yeah, yeah, Miguel Arcángel campeón, Miguel Arcángel campeón! — aullaba mientras sostenía en sus manos el diario de fútbol de la Liga Celestial.
Y eso no fue todo.
—Adán —grité, ¿qué hiciste con las hojas de mis libros?
— Qué, ¿el material obsoleto no se usa como higiénico? Acordáte que el Señor nos dijo que aprovecháramos bien el papel, porque si no, en algunos años íbamos a tener que empezar con el reciclado.
Yo lloraba, viendo las páginas de mis tesoros hechas bollos por doquier. Maldecía no haber vivido en los noventa, y encontrarme con algún escritor tipo Federico Andahazi, al cual no tuviese que andar explicándole nada. Pero no me di por vencida. Ya que estamos, al menos intentemos pasarla un poco mejor, fue mi lema, duro lema, dilema.
—Adancito, ¿vos sabías que el clítoris...?
— ¿Clitoqué? No te vaya a escuchar el Señor hablando en ruso que todavía no aconteció lo de Babel.
Definitivamente, es un animalito de Dios.
—Clítoris, mi amor. Estructura cilíndrica con tres secciones, dos, ocultas bajo la piel de la vulva; la tercera, cubierta por la unión de los labios menores. El cuerpo del mismo, que es el que se extiende por debajo del tejido muscular de la vulva, recubierto por tejido fibroelástico. Es la parte esencial de este órgano femenino exclusivamente sexual, con ocho mil terminaciones nerviosas; una concentración mayor que la que se da en el resto del cuerpo en un solo órgano, incluidas las puntas de los dedos, los labios y la lengua.
—¡Eva!, otra vez leyendo a Ray Bradbury.
Me alejé derrotada. Aún quedaban arañando mi garganta las palabras que no me dejó decir: Esta parte esencial del clítoris, estimulado a gusto de cada consumidora, es la que, dirá en el futuro una famosa poeta, la hará cabalgar espasmos celestiales.
Que no me escuche blasfemar el Señor, pero ojalá exista otra vida y me toque (en todas las acepciones de la palabra) otro hombre.


—Amor Veneris, La Diosa Clítoris, Mateo Colón...
Y ahí desperté.
Eva... Eva... El otro lado de mi cama sigue vacío. No sé si será por el famoso dicho de que de los errores cometidos hay que aprender. A juzgar por el prolongado período de pies fríos que llevo, parece que me equivoqué bastante.
Yo también leí “El anatomista”. ¿ Habrá hombres que investiguen cuerpo y alma femeninos? ¿ Con amor, por amor, por la sublime entrega de también, gozar con el placer del otro?
Después de este nuevo sueño, me encontré varias veces entre dormida invocando al escritor de ese libro: —Federico... ¡algún Andahazi por aquí, carajo!
Aunque, según leí, Pessoa dice que el poeta, también el novelista, supongo, es un gran fingidor. Yo, querida Eva, pagaría por saber.
Antes que el fuego y la soledad me consuman.


8 comentarios:

  mercedes saenz

23 de julio de 2008, 4:32

Muy bueno Paola¡ Para hacerlo teatro!!! Cariños. Mercedes Sáenz

  Paola Cescon

23 de julio de 2008, 5:01

Viniendo ese comentario de parte tuya ¡estoy más roja que la manzana que jamás debió comerse! A ver si me "junto" con tu libro, Ana me dirá adónde. Recordále a tu "prologador" que sigo infructuosamente tratando de encontrar su "Las boludas". ¡Inauguraste mi blog!
Cariños desde el exilio mundano...

  Juan Yanes

23 de julio de 2008, 8:58

¡Ah, la Paola está vivita y coleando! ¡Viva la ironí, la gracia y la parodia! Me alegro un montón de ver estos textos tuyos. En algunos me reconozco: dormir, dormir, dormir; no me doy por enterado de lo que realmente pasa; sólo las pibas saben de qué va todo... Felicidades por tu Opera Buffa. Un abrazo, JUAN

  el maestro del long bow

23 de julio de 2008, 9:36

¡Bienvenida al mundo "blog" Paola!
Un beso.
Urrus.

  Paola Cescon

23 de julio de 2008, 14:38

Queridísimo Juan:
Si lo de "pibas" me incluye, me hinco a tus pies! No te preocupes, ustedes duerman, que nosotras aprovechamos para "madrugarlos" (te lo dice la más "dormida de las hembras")
Ya sabés, tenés mi anuencia para llevar a tu "Máquinadecoserpalabras" lo que desees.
Cariños inmensos , más que los kilómetros que nos separan...

  Paola Cescon

23 de julio de 2008, 14:41

Máster Urrus!!
¿Vió? parezco nena con juguete nuevo, pero en cuanto me encuentre a mis anchas en esto de andar "bloggeando" enlazo sus maravillas...
Beso muy grande

  Isa Segura B.

29 de julio de 2008, 19:49

¡Ay! si ya lo decía yo ¿paraíso? ¡no, no! ¡de paraíso nada! que Adán ni tan siquiera daba para un buen bocao ¡que se lo pregunten a la serpiente!
Pero dále mi querida Paola, sueña, que al final como dijo el poeta 'toda la vida es sueño y los sueños, sueños son! (y del Federico yo no me fiaría mucho, que los que van de listillos son los peores).
Un abrazo y gracias por descubrirme tu faceta bloguera.

  Paola Cescon

30 de agosto de 2008, 15:10

Queridísima Isa:
¡Bua! No existe, definitivamente. Duda ¿encima mi Adancito tuvo algo con la serpiente? ¡Cerdo zoofílico!!!
Beso grande, y los sueños...